Cuando el hombre vivía en estado primitivo, lo único que percibía era su realidad inmediata: comida, agua, techo, calor, peligro, carencia, procreación. Estos eran los elementos de su existencia y lo primordial era la protección de su territorio.

¿De qué nos seguimos protegiendo?

En estos tiempos experimentamos niveles sin precedentes de seguridad y confort y hemos logrado generar abundancia de alimentos, energía, tratamientos médicos, tecnología y otros recursos. ¿Pero por qué la humanidad sigue experimentando
carencia, segregación, desconfianza y crueldad? ¿Por qué seguimos aferrados a la mentalidad cavernícola?

Siempre hay una solución

Aunque la humanidad ha evolucionado como raza, aún no ha descubierto su capacidad de evolucionar emocionalmente, aún no ha descubierto su capacidad de elevarse por encima de sus miedos y llegar a experimentar unidad. La humanidad
todavía no ha reconocido que, para cada necesidad, hay una solución.

Unión o separación

Nuestra capacidad de inventar y crear se ha volcado tan intensamente hacia la protección y la separación, que apenas hemos rasguñado la superficie del inmenso potencial que tenemos en nuestro planeta para proveer de TODO a nuestra extensa
familia humana, yendo más allá de la percepción limitada de nuestras pequeñas necesidades, deseos y posesiones personales.

Pero si tenemos la capacidad de unirnos en la abundancia, insisto, ¿por qué elegimos la separación, el miedo y la carencia? Y la razón es: porque todo depende de nuestro enfoque. Como especie, nos hemos acostumbrado, generación tras generación, a enfocarnos en aquello que nos separa, en nuestras diferencias, en la desconfianza y en el miedo.

Amor-conciencia

Pero dentro de cada uno de nosotros yace una experiencia que es plena, dichosa, confiada y generosa. Es lo que nos hace humanos y es lo que une a la humanidad más allá de sus diferencias aparentes. Los hindúes la llaman Brahman, los budistas
Nirvana, los cabalistas Ein Sof, los sufíes simplemente el “hu”, y en las tradiciones cristianas es conocida como “la paz que va más allá del entendimiento”. A esta experiencia, yo la llamo amor-conciencia. Y hasta la física cuántica está reconociendo cada vez más el campo subyacente de conciencia que forma la base de toda materia.

Impulsar la unidad

Para que la humanidad se una como una familia global, logrando así superar las atrocidades de las guerras, de los abusos, y compartir los regalos de nuestro hermoso planeta, debemos aprender a reconocer aquello que nos une, en lugar de
exacerbar lo que nos diferencia.

Un mundo pacífico está compuesto por ciudadanos globales. Y durante los últimos tiempos hemos podido constatarlo, porque la pandemia llegó igual para todos, y pudimos atisbar la unidad.

Cuando hallamos paz en el alma, irradiamos paz a todo nuestro entorno.

Los que entran en contacto con nosotros serán tocados por nuestra paz, aunque no sean conscientes de ello. De hecho, no hay manera más concreta de contribuir al final de los conflictos, el odio, la carencia y la desigualdad en nuestro mundo, que tomando responsabilidad por nuestro propio estado interior. Nuestra diversidad solo se percibe en la superficie.

Debajo de todo,
nuestra esencia
brilla
como un solo ser.

Isha Judd