Las emociones no expresadas te oprimen y ahogan por dentro, y como un arroyo que se estanca en parte de su recorrido, deja de fluir y contamina, compartiendo solo su polución y no su vida. Lo que no expresamos, lo que no hemos superado, se queda estancado en el tiempo y se pudre internamente y pudre nuestras relaciones, las envenena, no permitiéndonos ir más allá de lo que el pasado nos marcó como producto de un evento doloroso.
Si sentimos ese dolor, si lo lloramos, si le expresamos a los involucrados cuánto nos duele en lugar de fingir indiferencia o desinterés, crearemos unión donde hoy hay separación. Esos vínculos se transforman así en un potencial de crecimiento, y entonces podemos compartir la abundancia del amor, la dicha, la vida. Eso expande la paz interiormente.
La clave es expresar con claridad y ser real, porque si no, uno comienza a odiarse a si mismo. Claro que enseguida pensamos: “¡Ah! ¡pero tengo miedo! ¡Si digo lo que pienso y lo que siento voy a herir a alguien, tal vez van a dejar de quererme!”. Pero mira, ya estás lastimando a alguien, ¡te estás lastimando a tí! ¡Y eres tú el que no se está amando!
La verdad causa unidad, siempre. La protección emocional en cambio, aumenta el miedo y nos separa. El ser agradable, el ser amable sin sentirlo, es falso, es frágil, no hay conexión. ¿Por qué? Porque viene de la cabeza, es intelectual, desconectado. El corazón no está presente, y el otro lo siente.

Al ver tus propios juicios con los demás, aquellos que son grandes, intensos, llegará un momento en que los encontrarás dentro de tí, y te vas a sorprender: “¡Ah! ¡eso que juzgaba tanto era yo!” Y sí, siempre has sido tú, eso que veías en el afuera como malo, como inadecuado, eras tú, una parte tuya que tú no estabas amando. Es hora de que la aceptes y la abraces.
Sigue vaciando, expresando la carga de esos juicios, y anda soltándolos, hasta que lo único que quede sea la unidad, y todo el resentimiento se haya ido. Y recuerda, solo la verdad nos hará libres, y para poder transformar lo que nos limitaba y abrirnos a lo nuevo, es importante dejar de mentirnos y, como consecuencia, mentir.
Todos valoramos la honestidad como una virtud importante, pero ¿con qué frecuencia la abandonamos con el fin de evitar conflictos o vergüenzas? Nuestra necesidad de aprobación a menudo le gana a nuestro compromiso de ser verdaderos, pero mantener una aparente armonía superficial al precio del abandono de uno mismo, es un alto precio por pagar.
Si estás sintiendo la necesidad de ocultar algo es porque en algún nivel sabes que esas acciones no están basadas ni en amor ni en crecimiento. Pero siendo honestos con nosotros mismos es como realmente podremos enfrentar nuestra situación, y desde ese lugar de claridad que proporciona la veracidad es que empezaremos a tomar nuevas decisiones en nuestras vidas, cambiando y siendo la versión más nueva de nosotros mismos, en lugar de una sucesión de actitudes viejas aprendidas, heredadas o creadas. ¿Qué te parece probar?
Articulo original tomado de Estrella Valpo
Muy cierto