Los adultos pasamos la mayor parte del tiempo juzgando y calculando lo que está mal en el exterior. Tenemos ideas acerca de cómo debe comportarse la gente, sobre cómo nosotros necesitamos comportarnos, tenemos tantas normas y reglamentos que gastamos gran parte de nuestro tiempo luchando para tratar de funcionar dentro de nuestra esfera social. Siempre estamos comparando y categorizando todo y a todos a nuestro alrededor, siempre tratando de encajonarnos en una forma de ser “ideal”.

Hemos aprendido a culpar a nuestra experiencia humana de ser la fuente de nuestro descontento. Fundamentalmente creemos que hay algo malo con ella.

Hemos aprendido a juzgar nuestros pensamientos, sentimientos y emociones. Hemos aprendido a juzgar a nuestros compañeros y amigos, a nuestros padres e hijos, a nuestros líderes políticos y religiosos; nuestra situación financiera, las condiciones ambientales, ciertos grupos étnicos, nuestras preferencias sexuales. Hay tantos aspectos de nuestra experiencia humana que hemos aprendido a juzgar, que sería más rápido hacer una lista de las cosas que no juzgamos.

Y no olvidemos los juicios que tenemos acerca de nuestros cuerpos. La sociedad moderna está cada vez más obsesionada con la juventud y la belleza física. A medida que luchamos con la balanza, las arrugas y las canas, estamos luchando contra la ilusión del tiempo.

La segunda faceta nos ayuda a elevarnos por encima de estos juicios y quejas del intelecto para abrazar el mundo a nuestro alrededor con inocencia y dichosa aceptación.

Desde la percepción del amor-conciencia, no hay nada malo. El momento presente vibra en la unidad; no hay dualidad cuando estamos anclados en el aquí y ahora. Cuando experimentamos el amor-conciencia, nos damos cuenta de que todo es perfecto exactamente como es.

Pero no me malinterpretes: esto no significa que no queramos mejorar nuestra situación y crecer como personas. La evolución es la naturaleza de la vida y todo está siempre avanzando; pero si escogemos abrazar la belleza de lo que está sucediendo ahora, en lugar de enfocarnos en lo que percibimos como malo, el amor crecerá, y no el miedo. Al hacerlo, incrementamos cada vez más nuestro poder para hacer cambios positivos en nuestras vidas. Cuando entramos más y más profundo en la experiencia del amor-conciencia, nuestras circunstancias externas se tornan cada vez más enriquecedoras y satisfactorias.

Acompáñame en la segunda parte de la película, ¿Por qué Caminar si Puedes Volar?  para aprender la segunda faceta

Bien, ahora ya tenemos la segunda faceta:

En la segunda faceta usamos la emoción de la gratitud, que surge como derivado natural del aumento de nuestra capacidad de apreciar.

Gracias al amor por mi experiencia humana en su perfección.

Mientras estás pensando la última parte de la frase, en su perfección, lleva tu atención suavemente a tu corazón. Vamos a pensar la segunda faceta, sin concentración ni esfuerzo de ningún tipo, a medida que continuamos. Por favor, no confundan esta frase con pasividad. Abrazar las cosas tal como son no es ser pasivos. Simplemente estamos escogiendo enfocarnos en el amor en este momento, abrazando la vida en este momento. Estamos haciendo algo diferente, cambiando nuestra actitud interna, para enfocarnos en el amor. Luego nuestro entorno reflejará ese amor de vuelta hacia nosotros.

Vamos a practicar esta faceta ahora durante 20 minutos. Aquí les explico cómo:

Siéntate cómodamente y cierra tus ojos. Permite que cualquier pensamiento que venga a tu mente pase suavemente. No intentes parar tus pensamientos, no trates de entrar en un estado de no-mente. En vez de eso, sólo deja que venga naturalmente lo que tenga de venir.
Ahora piensa: Gracias al amor por mi experiencia humana en su perfección. Piénsalo sin ningún esfuerzo, como lo harías con cualquier otro pensamiento, sin concentrarte y sin tratar de entender su significado.
Al mismo tiempo que piensas la faceta, pon tu atención en el área de tu corazón.
Después de pensar la faceta, deja un espacio, haz una pausa. Después de unos momentos, repite la faceta, lleva tu atención al corazón y de nuevo deja un espacio.
Continúa de esta forma por veinte minutos. Puedes darle un vistazo a tu reloj para llevar el tiempo.
No pienses la faceta una y otra vez de forma ininterrumpida como lo harías con un mantra, deja siempre un espacio de unos pocos segundos entre cada repetición. Puedes experimentar paz y silencio durante este lapso, pero también es posible que lleguen pensamientos a tu mente. En ocasiones puedes olvidar la faceta, cambiar las palabras o el punto de atención. Si esto sucede, cuando te des cuenta, vuelve a pensarla como se explicó anteriormente. Todo lo que sucede durante la práctica es perfectamente normal y natural. Sólo recuerda: cuando notes que no estás pensando la faceta, elige pensarla nuevamente. Ahora vamos a cerrar los ojos y practicar durante 20 minutos.

CUANDO HAYAS TERMINADO…

¿Cómo te sentiste mientras practicabas esta faceta? Tal vez tuviste una experiencia más profunda que con la primera, o tal vez fue más superficial. Sin importar lo que sentimos cuando unificamos, estamos sanando; entonces es mejor unificar sin tener expectativas de ningún tipo.

De aquí en adelante puedes pensar cualquiera de las dos primeras facetas con los ojos abiertos, en el orden en que surjan naturalmente. Si se repite una más que la otra, está bien. Cuando medites con los ojos cerrados, no obstante, divide cada sesión entre las dos facetas, los primeros diez minutos con la primera faceta y los segundos diez minutos con la segunda.

Enfoque del día: Más allá de los Juicios y la Discriminación

La discriminación proviene de una resistencia a aceptar cualquier cosa que esté fuera de nuestras estructuras. Discriminamos en contra de lo desconocido, en contra de aquello con lo que no nos identificamos, que no corresponde a nuestra teología, nuestras ideas. Para poder definirnos a nosotros mismos como individuos, debemos tener una personalidad. Dentro de esta personalidad estructuramos sistemas de creencias, pero en cuanto comenzamos a identificarnos con ellos, sentimos que tenemos que defenderlos, porque ahora definen quienes somos. A medida que nos convertimos en amor-conciencia, nos damos cuenta que nuestros sistemas de creencias son simplemente ideas que hemos cultivado a lo largo de nuestras vidas. Empezamos a abarcar nuevas perspectivas con una mente ahora más abierta en lugar de un rechazo automático. Cuando nos transformamos en amor, encarnamos todo. Cuando nos limitamos a nuestra personalidad y a los sistemas de creencias, no hay lugar en nuestras estructuras para nada más.

¿Cuántas de nuestras opiniones son realmente nuestras? En realidad muy pocas de nuestras convicciones vienen de nuestra experiencia directa, la mayoría son adoptados de nuestras familias y la sociedad en general. Lo que es correcto en una parte del mundo puede ser considerado malo en otra. Lo que una generación rechaza, otra puede integrar. Tener varias esposas en algunas culturas es ilegal, mientras que en otras es un símbolo de riqueza. El hecho de que una opinión sea generalizada no significa que sea válida, por ejemplo cuando todos pensaban que el sol giraba alrededor de la Tierra. Si lo buscas, podrás encontrar validación para casi cualquier opinión que tengas. La ilusión siempre confirmará tus temores, ya que funciona como un espejo imparcial, que te refleja de vuelta aquello en lo que te estás enfocando. Si tienes un miedo o juicio, será fácil encontrar el apoyo externo que justifique tu prejuicio.

Prejuicio significa ir a la guerra. Prejuicio significa estar defendiendo siempre una idea y justificando nuestra discriminación con la excusa de un bien mayor – para el mejoramiento de la humanidad, la voluntad de Dios. Los “Ismos” son siempre justificados en los ojos de el que los promueve.

Históricamente, hemos lanzado bombas, luchado y sacrificado a fin de proteger nuestras creencias. No hagamos eso más. Cada vez que luchamos por una opinión, incluso dentro de nuestra familia más inmediata, estamos creando nuestra propia mini-guerra. El conflicto que percibimos en el mundo es sólo una manifestación de nuestra propia violencia interna. A medida que comenzamos a elegir la alegría, aprendemos a amar la dualidad del mundo y las diferencias de los otros, sabiendo que son aspectos de nosotros mismos. Descubramos la ligereza de la risa y escribamos un nuevo relato para los libros de historia por venir.

La naturaleza, con su infinidad de especies, colores y formas, abraza la diversidad. La naturaleza no niega ningún aspecto de sí, la belleza de sus paisajes radica en el contraste y la variedad. Como la naturaleza, el amor también celebra la belleza de la diversidad. En lugar de percibir lo diferente como una amenaza, el amor no silencia ninguna voz.

Todos los aspectos de la creación sirven. La destrucción instiga el renacimiento; el mundo danza de la tormenta a la calma en el flujo y reflujo de la evolución. Con cada cambio, el mundo renace en una vibración superior, reafirmando los valores de la alegría y el amor, liberándose de la densidad del miedo.

Contemplación

¿En qué áreas tienes prejuicios hacia otras personas, lugares o cosas? Tal vez miras hacia abajo a las personas que embolsan tus comestibles en la tienda, o quizás frunces tu nariz a un tipo particular de alimentos. Por otro lado, tal vez pones ciertas personas o cosas en un pedestal, respetándolos o valorándolos más que a los demás.

Presta atención a los pensamientos que tienes a lo largo del día, observando donde discriminas. Pregúntate a ti mismo, ¿Son estas mis creencias, o son las creencias de mis padres, mis abuelos, o de mi cultura? ¿Puedes soltarlos y abrir tu corazón a las cosas que has estado dejando fuera?

Cuestiona cada aspecto de tu personalidad. Mira con atención y pregúntate: ¿Es ésta mi realidad? ¿Sirve esto? O se trata de prejuicios que me mantienen atrapado en una estructura que limita mi visión?

No te examines severamente, toma conciencia de tus comportamientos con alegría, permitiendo que se evaporen como el agua que forma nubes para caer más tarde en forma de lluvia, transformada en un abrazo nutritivo e incluyente para el mundo.

¡Hasta la próxima!