Imagina que los cimientos de la educación de nuestros niños pudieran basarse en el cultivo de la abundancia interna. Imagina a niños que crecen con una experiencia pura de seguridad interior. Imagina su perfección interna resplandeciendo para que todo el mundo la vea.

Cuando nosotros, como adultos, aprendemos a valorar nuestra experiencia interna, ayudamos a que nuestros hijos mantengan su capacidad natural de conectarse con su ser. Como consecuencia, nuestros hijos no tendrán que pelear externamente por las cosas, porque tendrán su propia integridad, experimentarán amor por ellos mismos y se relacionarán con el mundo desde ese espacio. Pero nosotros debemos crear este ambiente para ellos. Nosotros somos responsables de su crecimiento y evolución.

Cuando nuestros hijos salen a jugar y el día es frío, les pedimos que usen ropa abrigada; si hace calor les damos un sombrero y un protector solar. ¿Pero les pedimos que estén presentes consigo mismos y que confíen en su propia perfección? Protegemos a nuestros niños del mundo, pero podemos darles una protección mucho más profunda: la que proviene de la autoconfianza y la capacidad de encontrar su seguridad interna.

Si solo prestamos atención a lo externo, nuestros niños aprenderán a vivir sus vidas con la atención dirigida constantemente al exterior. Sin darnos cuenta, los alejamos de su centro divino. Por supuesto, parte de nuestro trabajo como padres consiste en enseñar a nuestros hijos las habilidades que requieren para hacer frente al mundo que les rodea, pero es esencial no olvidar que la presencia divina de nuestros niños es igualmente importante.

Cuando estés compartiendo con tus hijos recuerda estar presente en ti, estar sintiendo tu corazón, así abrazará1ºs el momento presente. Cuando estamos en el momento presente, anclados en el amor- conciencia, no existe nada parecido a la carencia.

Si tu niño se enoja o se pone triste, aliéntalo a sentir la emoción y mover la carga: si está enojado, toma una almohada y enséñale a gritar en ella. Por naturaleza, los niños aceptan sus emociones. Observa también la diferencia entre expresar una emoción y hacer un berrinche. El primero es un proceso humano natural y saludable; un berrinche constituye una herramienta de manipulación que los niños aprenden de nosotros.

Si alientas a tu niño a que sienta sus emociones aprenderá a asumir la responsabilidad de sus propios sentimientos, soltarlos y liberarse de ellos, en lugar de esperar a que los demás cambien.

Anímalos para que cada día dediquen cierto tiempo a la práctica de la reflexión interna: a solo estar consigo mismos, sin hacer nada. Enséñales a sentir sus cuerpos, lo que hay en su interior, en lugar de mirar siempre hacia afuera. De esta manera puedes ayudar a que tus niños mantengan su conexión interna natural en la vida adulta, en lugar de perderse en sus preocupaciones y en la necesidad de controlar su entorno.

Si desarrollas el hábito de mantener tu atención dentro de ti en medio de la actividad de la vida diaria, estarás siempre en contacto con tu ser y podrás dar a tus niños el regalo más valioso: una base interna sólida de confianza y seguridad en sí mismos.