Todos fuimos hechos para volar, para darnos cuenta de nuestro increíble potencial como seres humanos. Pero en lugar de hacer eso, nos aferramos al miedo. Las posibilidades son infinitas, pero nos conformamos con lo familiar, lo cómodo, lo banal. Y así nuestras vidas son mediocres en lugar de ser emocionantes y plenas.
Lo que yo llamo amor-conciencia es el amor incondicional dentro de todos los seres, una experiencia que se expande cuando nos sumergimos en lo profundo de nosotros mismos. No es una experiencia etérea sino algo muy concreto y natural. Tal vez ya lo experimentaste mientras compartías con un bebé, expresando tu creatividad, viendo un atardecer o meditando.

La mente inconsciente está inventando miedos y dudas que nos mantienen limitados, pero en lugar de analizar esos patrones autodestructivos, podemos enfocarnos en el amor. Luego, todo lo que proviene del miedo empezará a desvanecerse. El amor y la dicha son simples, vienen de la inocencia, que es la capacidad de estar completamente presentes. La inocencia es una de las piedras angulares del Sistema que yo enseño. Los niños son un ejemplo perfecto de la inocencia: no son complejos, pues no están planificando el futuro ni arrepintiéndose del pasado, ellos sólo son.
¿Recuerdas cuando eras niño? Eras feliz sin ninguna razón, encontrabas magia en todo. La vida era una dicha. Pensabas que eras perfecto exactamente como eras. Si estabas feliz reías, si estabas triste llorabas, si estabas enojado pataleabas y luego feliz otra vez. Puedes transformarte de nuevo en ese niño, abrazar esa simplicidad y espontaneidad, soltar los cuestionamientos, el control y las opiniones del intelecto. Puedes reavivar la inocencia perdida de la infancia mientras conservas la madurez y responsabilidad de un adulto, y descubrir una paz profunda y perdurable.
La ventana de nuestra mente se ensucia cuando el subconsciente se llena de opiniones basadas en la autocrítica y el miedo, de ahí que los pensamientos incesantes y erráticos son nuestros compañeros constantes. Nuestras mentes se encuentran en perpetuo caos y contradicción, saltamos de una distracción a otra. El pensar incesante afecta nuestro sistema nervioso y en pocas ocasiones habitamos en el momento presente, que es donde encontramos la paz.
Nuestros pensamientos tienen una vibración, así como cualquier sonido la tiene. Cuando son erráticos y conflictivos crean una vibración disonante en el cuerpo. Cuando son armoniosos y creativos, la vibración de la unidad los envuelve.
Tenemos que dejar ir esta ilusión de que la felicidad está en un momento futuro: “cuando logre, cuando obtenga, cuando cambie”, seré feliz. Tengo que elegir ser feliz ahora. Porque realmente no hay otro momento en el que vas a ser más feliz, no hay otro momento en el que más felicidad va a llegar, porque en verdad, es una elección que vas haciendo en cada momento y no tiene nada que ver con el afuera.
Articulo original tomado de Estrella Valpo