Las relaciones románticas son una de las áreas de la vida en las que solemos ver con menor claridad. La idea del alma gemela que nos complete, salvándonos de la soledad y de una existencia sin sentido, es un mito casi omnipresente en nuestra sociedad.
Al comenzar a experimentar la plenitud interior, uno de los cambios más significativos es que perdemos la necesidad de que otra persona nos complete. Necesitar a otro es una vía asegurada hacia el sufrimiento.
Tal vez al principio sintamos que estar junto a nuestra pareja es suficiente, pero al poco tiempo empezamos a necesitar que sea “de cierta manera”: necesitamos que cambie, al menos a veces, para poder cumplir con nuestras expectativas, y ese es un amor condicional.
El amor-condicional consiste en tomar del otro. Mi pareja tiene que hacerme sentir bien y yo le digo cómo lograrlo. El amor verdadero es incondicional, sin necesidad ni expectativas. Se deleita en la mariposa sin desear clavarla y enmarcarla.
Ésta es la actitud más saludable con la que podemos abordar una relación romántica y la vida en general: disfrutarla mientras dure. En cuanto tratamos de poseer algo, su belleza comienza a desvanecerse. Terminamos sofocando nuestros placeres cuando nos aferramos a ellos.
La única manera de lograr ese amor desapegado es encontrando la plenitud interior. Hasta entonces, nuestro bienestar estará inexorablemente atado al comportamiento de nuestra pareja y condicionado por su devoción hacia nosotros.
“El amor verdadero es incondicional, sin necesidad ni expectativas”.

Sin las expectativas de ser salvados por otro, estamos abiertos a compartir nuestra plenitud interna recién descubierta con todos los que conocemos, libres del miedo a la pérdida. Y como ésta ya no depende de otro, nos acompaña a todas partes, impregnando todas nuestras relaciones.
¿Por qué somos infieles? Cuando descubrimos a ese alguien que tanto deseábamos, decimos que estamos “enamorados”, pero a menudo, cuando las hormonas se calman, nos encontramos con el vacío y el sentimiento interno de que falta algo.
De pronto, nuestra pareja ya no nos satisface o no nos hace sentir especiales, en cuanto tenemos un problema por acá, empezamos a
mirar por allá y de pronto nos encontramos siendo infieles. ¿Quién sufre en este escenario? El que engaña se siente culpable, el nuevo amante no se siente lo suficientemente importante, y el engañado se siente abandonado y traicionado.
¿por qué hacemos esto? Porque no nos amamos a nosotros mismos. No podemos ser transparentes, no podemos hablar nuestra verdad. El tema principal aquí no es el hecho de ser infieles a nuestra pareja, sino a nosotros mismos.
¿Por qué engañamos? ¿Por qué mentimos? Porque vivimos inmersos en la carencia y el miedo.
A través de la transformación interior, nuestras relaciones se vuelven más libres y transparentes, sin imponer condiciones rígidas ni tener expectativas.
El compromiso en una relación es algo maravilloso, siempre y cuando venga desde la dicha de dar y la disposición a encarar lo bueno y lo malo juntos.
Tomado por Estrella Valpo