Un pescador mexicano, luego de una mañana de pesca, descansaba placenteramente sobre una hamaca colgada entre dos palmeras en una bahía espectacular de arenas blancas. Llega un empresario, se acerca a su humilde barquito de pesca y lo mira detenidamente.
—¿Cuántos peces atrapaste esta mañana? —preguntó el empresario.
—Siete atunes grandes — respondió el pescador, señalando los peces almacenados bajo la sombra—. Hay muchos peces en estas aguas. Puedo hacer el trabajo de todo el día en un par de horas.
—¿Por qué no te quedas más tiempo para poder pescar más? —preguntó el empresario.
—No necesito más. Pesco lo suficiente para proveer a mi familia y así puedo pasar el resto del día relajándome, disfrutando de esta hermosa playa y pasando tiempo con mi esposa y mis hijos.
El empresario lo miró.
—Si pasaras más tiempo pescando podrías usar las ganancias para comprar un barco más grande. De esa manera, pescarías aún más cantidad y pronto juntarías suficiente dinero para comprar varios barcos. Con el tiempo tendrías una flota entera de barcos de pesca. Luego, en lugar de vender tu pesca a un distribuidor, la venderías directamente a los compradores. Finalmente te mudarías a la Ciudad de México para así convertir tu imperio de la pesca en una enorme empresa.
—¿Y después? —replicó el pescador.
—¡Después podrías vender la empresa por millones y retirarte! ¡Serias un hombre rico!
—Y después? —preguntó el pescador.
—Una vez retirado, te podrás mudar a un paraíso tropical y pasar tus días relajándote, caminando por la playa y disfrutando de la vida con tu esposa y tus hijos.
El pescador sonrió y respondió:
—¿Y acaso no es eso lo que estoy haciendo ahora?

Esta historia resalta perfectamente lo ilusoria que es la carrera desenfrenada hacia el éxito proyectado en el futuro en la que tantos de nosotros nos enredamos. Sobre todo en Occidente, debemos lograr, lograr, lograr mientras podamos. Pero ¿qué estamos logrando si no podemos disfrutar de este momento?
En Oriente existe otra mentalidad: tanto la naturaleza ilusoria de lo material como la naturaleza eterna de nuestro ser son más evidentes. Por ejemplo, en la antigua ciudad de Varanasi, los cuerpos quemados de los muertos son exhibidos públicamente en piras funerarias al aire libre. Para el ojo occidental, el espectáculo puede parecer macabro, pero para ellos la muerte es parte de la vida. La fuerte creencia en la reencarnación hace que la muerte se considere más una transición que un fin. El término védico maya — “ilusión” — es utilizado para describir la naturaleza ilusoria de la dualidad que percibimos y enfatiza la realidad del nivel subyacente del ser que nos une a todos.
En Occidente creemos que todo es limitado. En cuanto entramos al mundo laboral, estamos planeando nuestra jubilación. No disfrutamos del momento y no vemos la vida como es: transitoria, eternamente cambiante.
Lo que es verdaderamente importante es este momento, ya que define quienes somos y también nuestra realidad futura. Al elegir las metas y logros a futuro por encima de la experiencia plena del momento presente y del amor a nosotros mismos, hemos desordenado completamente nuestras prioridades.
Entrevista realizada en Estrella Valpo