Estamos obsesionados con nuestra imagen, esperando que todos nos quieran, preocupados por no ofender a nadie, por hacer lo correcto, decir lo correcto, vestimos correctamente, manejar el auto correcto, vivir en el lugar correcto, enviar a nuestros hijos a la escuela correcta. ¡Nos ponemos bajo tanta presión buscando hacer lo correcto! ¿Cómo saber si estamos haciendo verdaderamente “lo correcto”? ¡Cuando nuestra felicidad ya no dependa de lo externo! Si aprendemos a cultivar la plenitud dentro de nosotros, descubriremos el secreto de una felicidad auténtica y duradera. Observa tus reacciones ante la aprobacióny la desaprobación. Cuando alguien te aprecia, ¿aumenta tu confianza en ti? ¿Y si recibes una crítica constructiva, ésta provoca un diluvio de inseguridades? Puede que esto no sea visible en la superficie, tal vez te empeñes en aparentar indiferencia. Pero si internamente las opiniones de los demás te mecen de un lado para el otro, esta indiferencia es otra capa de la máscara que muestras, la que solamente existe por tu necesidad extrema de aprobación.
La única manera de liberarnos de esa necesidad de validación externa es dándonos a nosotros aquello que buscamos en los demás: amor, aceptación, aliento, apoyo. Al hacerlo, podemos dar amor a todos los que nos rodean.
Cuando reconocemos que podemos estar equivocados, cuando dejamos de buscar la aprobación, podemos cambiar la forma en la
que interactuamos con nuestro entorno y así, realizar las acciones y comportamientos que deseamos ver en el mundo. De esta manera, llegamos a asumir la verdadera responsabilidad: ser responsables de nuestra propia dicha, en lugar de estar constantemente reclamando y esperando que nuestro mundo nos dé satisfacción.
“Tú defines quién eres en cada momento”

Solemos percibir la responsabilidad como la renuncia a una existencia despreocupada. Pero si queremos llegar a ser ciudadanos globales, nuestra responsabilidad es encontrar la plenitud interior que nos permita dar libremente a nuestro mundo, en lugar de tomar de él para apaciguar nuestra sed insaciable de más.
Al aprender a estar en el momento, al ser transparentes, excelentes, integros, al estar enfocados en dar, encontramos la plenitud que llena nuestro vacío interior, pues cuando estamos en dicha y en paz, estamos dando. De esta manera podemos contribuir activamente a una sociedad basada en la plenitud interna, colmada de ciudadanos que sirven al bien mayor desde
un lugar de abundancia interior.
Tú defines quién eres en cada momento. Sin importar cuál sea tu rol —pintar cuadros, manejar una empresa, pilotear un avión, ser educador, político o granjero— eres definido por lo que estás siendo, no por lo que estás haciendo. Una vez que empiezas a ver la vida de esa manera, encontrarás que tus acciones naturalmente se llenan de integridad y cuidado, no desde una rigidez auto demandante, sino desde la simple dicha de dar.
Artículo tomado de: estrellavalpo