En este mundo de dualidad todos nos sentimos diferentes a todos. Conocemos a miles de personas de distintas edades, religiones,  creencias políticas, ideales, y percibimos separación por doquier, aunque buscamos infinitamente la unidad: luchamos para sanar el planeta, creamos programas de resolución de conflictos, marchamos por la paz, tratando de que la humanidad viva en armonía.

Y  en nuestras vidas personales también queremos un equilibrio: buscamos la unión con nuestra pareja, buscamos grupos de autoayuda, organizaciones, partidos, en nuestra afán por encontrar un lugar al que pertenecer.

Pero en esta búsqueda, tratamos de acomodar todo a las creencias y opiniones que ya tenemos. Cuando alguien está en desacuerdo con nosotros, lo evitamos. Tratamos de rodearnos de gente que apoye nuestras ideas, aunque sean personas negativas. Revoloteamos en una interminable búsqueda por encontrar aquello que nos haga sentir en casa.

Pero la mente nunca se sentirá satisfecha. Dondequiera que vayamos, estará disconforme. Dondequiera que miremos, habrá separación, divergencia, dualidad.

A veces nos fanatizamos, en nuestra desesperada necesidad de convencernos a nosotros y al mundo de que tenemos razón. Buscamos la unidad, pero en realidad, con nuestros prejuicios y opiniones, estamos creando más separación  y nos distanciamos aún más del resto de la humanidad, en lugar de unirnos en el amor.

La ironía es: somos todos exactamente iguales, sólo que nuestra percepción es diferente. No importa en qué lugar del mundo estemos, todos estamos buscando amor. Todos buscamos regresar a casa, todos hemos padecido nuestro propio abandono, todos hemos sufrido auto abuso y todos creemos, en lo profundo,  que somos indignos de amor, usando  múltiples máscaras que cubren nuestro descontento.

Como actores en un escenario, todo el mundo está representando su papel en esta gran ópera llamada vida, cada uno interpretando su propio rol. Algunos son caballeros de brillante armadura, otros, misteriosos villanos, pero la verdad –nuestra esencia, nuestra grandeza–, es infinitamente el amor.

El amor-conciencia es inspirado por el corazón de las personas y admira la grandeza, sin importar las opiniones de cada cual. Es tocado por la pasión de visionarios con caminos de vida diferentes y hasta opuestos, pero no son sus puntos de vista lo que se admira, sino la verdad en sus corazones.

De eso se trata la vida. Se trata de ser fiel a tu corazón, no de tener o no la razón. Siempre habrá unos que estén de acuerdo contigo y otros que no.

Amor incondicional es lo único que todos tenemos en común, lo único que nos une. Cuando nos anclamos en el amor incondicional, el poder del intelecto, su separación y sus ideas, se convierten en un eco distante. Nuestras diferencias ya no son importantes. Son sólo hilos de diferentes tonos, añadiéndole color al rico tapiz de la vida. Unidos por el amor-conciencia, nos fundimos como uno, regresando a la experiencia del amor incondicional puro en todo, sin los contrastes de la dualidad.

Articulo original tomado de Estrella Valpo