Habitualmente las cosas que más juzgamos en el afuera son aspectos nuestros que rechazamos, que percibimos como equivocados. Entonces tratamos de aplastarlos en los demás, para no tener que verlos en nosotros. Cuando nos sentimos muy separados de la vida y de todo, peleamos en defensa de ideas muy absolutas, fijas y rígidas.
Por ejemplo la discriminación. Toda discriminación proviene del miedo, y también de las creencias que hemos cultivado y que nos dicen que hay algo que está mal. Y cuando, inconscientemente, no nos sentimos felices ni completos con nosotros mismos, juzgamos lo que vemos afuera, como si de esa forma estuviéramos buscando algo ahí que nos hiciera sentir superiores. Estos comportamientos sólo están enmascarando una enorme inseguridad interna.
Siempre que estamos sosteniendo una posición determinada, estamos discriminando. Es posible que hayamos adoptado lo que consideramos una creencia más evolucionada, pero sigue siendo una “creencia”. Si para poder tener la razón tenemos que demostrar que el otro está equivocado, estamos sosteniendo un prejuicio.
Y a menudo es más fácil ver la discriminación en los demás que en nosotros mismos. El prejuicio se magnifica en el escenario mundial: guerras, racismo, extremismo religioso, desigualdad social. Podemos hacer una campaña para cambiar estas cosas, pero la forma más efectiva de transformar estos aspectos de la humanidad es tomando conciencia y realizando un cambio interno.
Podemos comenzar a observar cuando ponemos un gran NO a algo, sin detenernos ni un momento a pensar, con respuestas robóticas, reactivas, como si se hubiera apretado un botón, a veces con carga. Podemos comenzar a percibir si nuestras respuestas vienen del amor, o si solo son una programación que nos mantiene aislados, con una percepción limitada del mundo, una percepción de escasez y de miedo.
Puede que tú no seas racista, clasista o sexista en sí, pero podrás encontrar lugares dentro de ti en los que discriminas: comparando tus logros en el trabajo con otro, o juzgando el nivel de inteligencia de otro, etc. Aunque sea mucho más sutil que la opresión abierta, sigue siendo discriminación.
Cuando comenzamos a sentir esa seguridad interna, cuando nos estamos amando, percibimos la perfección en todo, afuera y adentro, y todo lo que está basado en amor permanece, crece, te colma, y lo que está basado en miedo, se va. Comienzas a percibir las cosas de otra forma y los prejuicios van desapareciendo.
Comencemos a abrir nuestro corazón y veremos cómo nuestras ideas basadas en prejuicios comienzan a diluirse. Cuando nos enfocamos en el amor – aceptándonos, no juzgándonos – podemos ver cuán superficiales son estas cosas y comenzar a dejar ir la separación, o lo que consideramos que está mal.
Toma responsabilidad y presta atención a los pensamientos que tienes a lo largo del día, observando dónde discriminas. ¿Puedes soltarlos y abrir tu corazón a todo lo que has estado dejando fuera?
Lo hermoso es que al hacer el cambio en nosotros, enfocándonos hacia adentro, enfocándonos en el amor, volviendo a nosotros mismos, ¡podemos transformar el mundo!