Es a través de la experiencia de unidad que la humanidad alcanzará su máximo potencial. Es la unidad la que nos llevará a experimentar paz mundial, amor incondicional y compasión verdadera.

La unidad percibe perfección en toda la creación, sin prejuicios, sin doctrinas, sin “ismos”. Es la divinidad experimentándose en cada momento a si misma en una forma humana.

El amor-conciencia, al que me refiero habitualmente, es la cosa más natural del mundo. Cuando somos niños lo experimentamos todo el tiempo: una paz y una alegría que nos acompañan siempre. Pero al llegar a adultos perdemos esa experiencia. Siempre anhelando algo que nunca encontramos – lo que nos causa una insatisfacción permanente – lo que en realidad deseamos es retornar al amor-conciencia.

Las herramientas de mi Sistema enfocan nuestra atención en el amor-conciencia. Traen el silencio – nuestra verdadera naturaleza- al primer plano de nuestra atención. En la presencia del silencio, todo aquello que proviene del miedo en nuestras vidas comienza a transformarse, a disiparse dentro de la paz que nos envuelve.

Cuando nos enfocamos en nuestro interior, podemos experimentar el amor-conciencia. Somos lo que elegimos, y  cuando elegimos el amor-conciencia, nuestra vibración se mueve hacia más unidad.

A medida que el amor crece fortalecido, los miedos limitantes que han manchado nuestra ventana comienzan a desvanecerse. Nuestra percepción recupera su natural claridad y revivimos la inocencia dichosa que teníamos cuando éramos niños. De nuevo experimentamos más de nuestra verdadera naturaleza: dicha, paz y silencio.

En cuanto nuestra experiencia de amor-conciencia se expande, comenzamos a percibir el Universo en su verdadera magnificencia, en lugar de verlo todo a través de los conceptos, etiquetas y cajas que hemos adoptado a lo largo de nuestras vidas. Comenzamos a relacionarnos y a responder a nuestro entorno desde el profundo silencio que estamos descubriendo dentro nuestro.

Esta conciencia se irradia hacia todo, impregnando cada aspecto de nuestra experiencia humana. Vemos todo más inocentemente, sin compararlo con lo que ha sido antes. En lugar de ver el nombre de las cosas, las vemos como realmente son. En lugar de ver lo que percibimos como “el océano”, vemos la inmensidad rugiente y avasalladora de su presencia.

Cuando comenzamos a amarnos a nosotros mismos incondicionalmente, a ser nuestra esencia verdadera y e a pulir eso, entonces nos empezamos a dar cuenta de lo perfectos que somos. Y comenzamos a ser lo mejor que podemos ser, a demostrar nuestras cualidades tan únicas y singulares y a apreciar eso, en lugar de estarnos comparando, juzgando, deseando ser distintos de como somos, sintiéndonos víctimas por lo que nos ha sucedido en nuestra vida.  

Y entonces podemos ver la perfección. Y eso es lo más maravilloso.  Sé lo mejor de ti mismo, porque nadie puede hacer eso mejor que tú.  Nadie.  Y no hay ningún error.  Tú eres perfecto.

Articulo original tomado de Estrella Valpo