Fue muy duro para los físicos poder aceptar las leyes que gobiernan el universo cuántico, ya que contrastan sorprendentemente con las leyes de la física clásica y son muy contradictorias en cuanto a nuestra percepción del mundo.

La física clásica sostiene que los objetos no pueden existir en dos lugares al mismo tiempo y que no pueden llegar de un lugar a otro sin transitar el espacio intermedio. Sin embargo, un salto cuántico consiste precisamente en esto: es el salto instantáneo que realizan las partículas subatómicas entre dos ubicaciones, sin moverse por el espacio intermedio.

La física cuántica ha encontrado que las partículas pueden desaparecer y reaparecer al instante en otro lugar, que pueden estar en dos lugares a la vez, que pueden influenciarse las unas a las otras desde la distancia (el fenómeno que el mismo Einstein, al no poder comprenderlo, bautizó como “acción fantasmal a distancia”) y que los electrones se comportan al mismo tiempo como partículas y como ondas.

La teoría más vanguardista concluye que la materia es meramente una ilusión, que toda la energía del universo se anula entre sí hasta terminar en la nada y que esencialmente sólo el vacío existe. Estos descubrimientos van en contra de las leyes de la física clásica y, por ende, el comportamiento de la materia a nivel subatómico queda completamente separado de nuestra comprensión de la realidad, pues deja de ser una réplica en miniatura de las leyes que gobiernan el mundo que percibimos con los sentidos.

El físico danés Niels Bohr incorpora el principio de incertidumbre: no se puede conocer simultáneamente con absoluta precisión la posición y el momento lineal de una partícula. Este principio llevó a Bhor a la conclusión de que la materia no existe en realidad hasta que alguien decide buscarla. El acto de observación causó la existencia. Según esa interpretación, al poner nuestra atención en alguna parte, somos capaces de transformar la realidad misma. Esto confirma el poder creador de la conciencia y a su vez, reafirma la importancia del segundo concepto subyacente de la propuesta educativa de mi Fundación: Aquello en lo que uno se enfoca en cada momento es lo que crece, ya que somos responsables, de manera muy concreta, por el mundo en que vivimos.

Las leyes de la física cuántica no tienen sentido lógico para el intelecto, pues existen más allá de la lógica. Así como no podemos comprender a Dios ni el amor en el reino del intelecto, los niveles más profundos de la materia no pueden ser entendidos utilizando las leyes que describen su nivel superficial.

La realización espiritual es la única manera de comprender la física cuántica, por lo tanto es éste el campo donde la ciencia y la espiritualidad finalmente se podrán unir. En la experiencia de unidad, la física cuántica tiene perfecto sentido.

Aquello en lo que nos enfocamos, crece: enfoquémonos en la unidad en lugar de la separación, creemos ese mundo que todos queremos. DEMOS UN SALTO CUÁNTICO en la evolución de la conciencia de la humanidad.