La única forma de fomentar una cultura de cooperación pacífica es tomando responsabilidad de la relación con nosotros mismos y con las personas más cercanas. Pelear y gritar por la paz solo genera más antagonismo y odio, aumentando el sentimiento de separación entre «ellos» y «nosotros».

La paz comienza dentro de cada uno. Debemos encontrarla primero en nuestros propios corazones y luego «practicar lo que predicamos”, aplicándola en nuestras relaciones personales. Solo entonces podremos avanzar generando paz dentro de todos los ámbitos de la sociedad. Si tratamos de hacer esto último sin primero ocuparnos de nuestros propios conflictos, nuestras decisiones carecerán de discernimiento y claridad.

De hecho, muchos de los que realizan campañas de reforma social lo hacen en áreas en las que ellos mismos se han sentido víctimas, ya sea por un abuso, discriminación o desigualdad. En estos casos, hasta que no sanen su propio dolor, habrá un elemento “tomador“ en su servir: al salvar a otros de un destino similar, buscarán vengarse de las injusticias que ellos mismos han sufrido en el pasado.

Yo admiro y respeto a cualquier persona que trabaja por el cambio social, pero si realmente te consideras un catalizador de paz, no puedes ignorar tu propia falta de paz interior ni tus conflictos personales, al contrario, el resolverlos debe convertirse en una prioridad, o mejor aún, en la antesala de tu incursión en cualquier acción social.

La paz, el amor y la pasión por la vida son contagiosos. Cuando estás rebosando de plenitud interior, inspirarás aquello en los que te rodean. De hecho, he perdido la cuenta de todas las personas que, al iniciar su viaje de transformación interior, han venido hacia mí a decirme: «Yo no me doy cuenta de mi cambio, ¡pero todos los que me rodean han comenzado a cambiar!».

Es imposible no influenciar de manera positiva a nuestro entorno al mejorar nuestra experiencia interna de vida. Nos han enseñado que el amarnos a nosotros mismos es egoísta, pero en realidad esa idea surge de una mente que le tiene miedo al amor, una mente a la que le gusta reafirmar su propio sentimiento de no merecimiento y sufrir en silencio al servicio de los demás.

Esa actitud no le sirve a nadie, ¿cómo puede tu miseria aportar algo de valor al mundo? La miseria solo perpetúa la miseria, mientras que el amor perpetúa el amor. Al tomar responsabilidad por nuestro papel en el mundo, nos haremos responsables por el estado de él. De esta manera cada encuentro, cada situación, se verá convertida en una oportunidad para entregar más paz.

Cuando nuestras acciones están imbuidas de paz interior, ciertamente están contribuyendo de la manera más concreta y significativa a poner fin al conflicto en este planeta. No desestimes el poder de tus elecciones; en cada momento tú eliges qué estás dando a tu mundo. Si irradias paz, conciencia y presencia en cada una de tus interacciones, esa paz se expandirá en olas expansivas a lo largo y ancho del mundo.