El secreto para empezar a vivir la vida que siempre hemos deseado yace en aprender a amar la vida que tenemos tal cual es. Comencemos a amar todo lo que está sucediendo en cada momento y vamos a darnos cuenta que no hay nada más perfecto, nada más hermoso y nada más completo que lo que es. Y a partir de esta aceptación, todo se va a transformar en más, y más, y más, más allá de nuestra imaginación.

Aunque no lo parezca, siempre estamos creando todo en cada momento, y lo mejor que podemos hacer es dejar de controlar lo que queremos y cómo lo queremos. Comencemos a confiar en lo que nos trae la vida, a disfrutar del camino hacia nuestras metas, sin perdernos el ahora, sin obsesionarnos con llegar a la cima de la montaña. ¡Disfrutemos de la caminata hasta allí, gocemos del paisaje!

Al confiar en que siempre lo bueno está viniendo hacia nosotros, podemos darnos la oportunidad de descubrir cómo nos sentimos, y de ese modo podremos ver ese amor que está siempre presente en todo. Ahora bien, muchas veces no parece que sea así, por ejemplo cuando alguien muere, o cuando nos enfermamos, o cuando una relación colapsa, o cuando algo externo se derrumba, o sucede algo que tal vez es injusto, o violento.

En esos momentos, tratar de convencernos que todo es para bien cuando nuestra realidad es dolor, es falta, es pérdida, no sirve de mucho. Pero si nos permitimos entregarnos a esa realidad en lugar de luchar con ella, si nos permitimos aceptar lo sucedido, si nos permitimos sentir y atravesar lo que nos hace sentir, ese momento puede convertirse en una maravillosa oportunidad de crecimiento, de mayor conexión interna, de mayor capacidad de fluir con los cambios y de ser el amor frente a las dificultades. Y muchas veces, con el tiempo, nos damos cuenta que, dentro del gran panorama de las cosas, aquello que en su momento parecía lo peor, terminó siendo un regalo.

Me recuerda esa historia del hombre que no creía en Dios. Dios bajó y le dijo: “Yo siempre he estado a tu lado”, y le mostró unas huellas en la arena, “mira, siempre están allí las huellas de nuestros pies, siempre he estado a tu lado. Y el hombre ve un punto en la arena y dice: “¡Ahí, ahí fue donde me abandonaste! Me abandonaste justo ahí, ¿lo ves? Ahí hay solamente un par de huellas”. Y Dios le dice: “fue ahí cuando yo te estaba sosteniendo, fue ahí cuando te estaba llevando en brazos”.

Si elegimos ser más amor en medio de las dificultades, si elegimos el punto más elevado, si justamente en ese momento difícil elegimos decir sí a lo que es porque queremos abrazar la vida, porque queremos ser lo mejor de nosotros mismos, entonces nos convertimos en una persona excepcional. Y no sólo nos volvemos una buena persona, sino que nos transformamos en un ejemplo de conciencia. ¿Y qué fue lo que nos dio esa oportunidad? El elegir decir sí a nuestra realidad y abrirnos a recibir nuestra creación desde allí, desde el amor, momento a momento.

Articulo original tomado de Estrella Valpo