Somos adictos a sufrir, y esto funciona en automático. Actuamos el sufrimiento como si fuera una sentencia aplicada por algún castigo merecido. Pero en realidad podemos cambiar esta dependencia robótica por el regocijo absoluto de vivir. Es tan simple como eso.

La mayoría de los seres humanos son infelices, y una de sus entretenciones preferidas es quejarse y culpar al afuera por lo que les sucede. Esto ocurre en todos los estratos, pues no importa lo que tengas, es lo que eres en cada momento lo que marcará tu experiencia.

Y el estar siendo, el ser, tiene que ver con lo interno.

Las personas se quejan constantemente y dondequiera que uno vaya en el mundo, aún en aquellos países en los que todo parece funcionar perfecto, siempre encontrarán algo que está mal. ¿Por qué? Porque nuestra percepción, es “yo no tengo”, “necesito eso”, “no es suficiente”, “él tendría que haber hecho otra cosa”, “ella tendría que haberse comportado de otra manera”, “lo que ella dijo”, “lo que mi novio no hizo”, etc. Es el enfoque y la creencia de que “siempre hay algo que falta”, y entonces es imposible disfrutar de nada.

Esta es una actitud constante, y si mi foco es la crítica, es lo que está mal, mi percepción será esa. Y entonces no podemos ver las cosas hermosas que suceden, no podemos apreciar lo pequeño y maravilloso que se desenvuelve en cada momento a nuestro alrededor, el milagro mismo y la magnificencia de la vida que late en ti y en lo que te rodea.

Nadie nos enseñó a apreciar, a agradecer, ni a enfocarnos en lo que nos une, que es el amor. Funcionamos en automático, casi robotizados, repitiendo respuestas aprendidas y grabadas de situaciones determinadas. Salen en forma automática, sin que seamos conscientes.

Hagamos un cambio: comencemos a enfocarnos en los ejercicios que nos llevan al amor y que permitirán que su naturaleza dichosa crezca. ¿Cómo hacemos esto? Con la práctica constante de la apreciación y la gratitud, en lugar de la mediocre sonoridad de la crítica y la queja. No me enfocaré en ver sólo lo que falta ni verbalizaré obsesivamente todo el daño y limitación que me producen. En esta experiencia humana de dualidad siempre habrá algo que esté mal, o que falte , o que no sea lo que uno proyecta. Y es así, hasta que uno se transforma en tanto, pero tanto amor, que lo único que puede ver es la perfección misma de todo lo que es.

Claro que allí la mente dice: ¡pero eso es irreal!

Pues no, ¡es la verdad! Y será tu experiencia cuando te llenes de amor, porque el amor percibe solo la unidad dentro de la dualidad, y elige así crecer en la vibración más elevada, empujando siempre hacia el cambio. No te permitas más ser un robot pasivo e indiferente al que las cosas le suceden, y entonces verás que te ocuparás de todo con mucha profundidad y presencia, sin sufrir por aquello que percibes como injusto, sino elevándolo y contribuyendo con la belleza de ese estado de dicha. Ese es el poder del amor.