Lo vemos en el afuera, en los titulares, en las novelas, en las redes sociales, pero ¿lo podemos ver en nosotros mismos? Juraríamos que nada de eso es propio, pero aunque no sea evidente, te invito a abrirte a la posibilidad de que sí pueda serlo. Y si así fuera, será sólo para limpiarlo y erradicar lo que internamente esté sosteniendo, aunque sutil y solapadamente, la existencia de esos aspectos en nuestra relación con lo externo.

Por experiencia propia te puedo asegurar que todo aquello que nos molesta de alguna manera en lo externo, si podemos encontrarlo, amarlo y sanarlo internamente, cambiará también afuera y evolucionará en amor. De esta manera, ya no seguirá en un lugar oscuro generando dolor ni provocando sufrimiento.

Cuando cambiamos nosotros, cambia el mundo que nos rodea, y lo podremos palpar. Cuando uno se sana a uno mismo en esos lugares de sufrimiento y falta de amor, sana al mundo, se eleva la vibración del amor en todo. Merece experimentarse. Ahora bien, me dirás: lindas palabras, pero ¿cómo lo hago, cómo lo aplico?

El primer paso es modificar las formas automáticas en que lo sostenemos, lo permitimos, lo negamos, lo ignoramos. Si no me gusta algo en el afuera, primeramente me pregunto: ¿dónde está eso en mí y cómo lo puedo cambiar? Y permanezco dispuesto a ese cambio. Por ejemplo, si la respuesta fuera: «Me engañan, me mienten, me defraudan, y me abandonan sin decirme por qué».

Lleva hacia adentro la pregunta:

  • ¿Con qué cosas me engaño yo?
  • ¿En qué me miento?
  • ¿Qué expectativas alimento y me expongo a no lograrlas, porque en realidad no me siento capaz?
  • ¿A qué le tengo miedo cuando me enfrento a una situación y  voy decidida a lograrlo?

Lo importante es comenzar a ejercitarte en no temer a este tipo de profundización interna y hacerlo con el ánimo de cambiar para crecer.

Así comienzas a cultivar el sentimiento de que sí lo mereces y a  actuar en consecuencia.  Cuando me siento víctima del afuera, al darme cuenta, me doy internamente aquello que estoy esperando que me den. Comienzo a apreciar todo lo bueno que hay en mi vida en lugar de quejarme por lo que no hay.  Comienzo a agradecer por todo lo nuevo que viene como consecuencia de estos cambios.

Y si lo que hago en forma automática es defenderme peleando, ahora usaré esa misma energía para cambiar.  La pelea es una explosión superficial que genera siempre lo mismo y  tenemos que ir más allá de esa defensa para que la transformación eche raíces profundas.   Movemos responsablemente, eso sí,  la rabia que genera, para liberar esa energía en forma saludable – lo hacemos en nuestra privacidad – y luego emerge todo el potencial creativo y vital, todo el poder.

De este modo nos vamos quitando esas máscaras con las que nos ocultamos de nosotros mismos y comenzamos a experimentar una seguridad que va creciendo.  Esto se traducirá en una claridad en nuestras relaciones  basada en confianza, transparencia y vulnerabilidad para expresar lo que realmente en lo profundo sentimos, pues estaremos presentes y atentos, sin abandonarnos más.

Artículo original tomado de: Estrella Valpo