Tenemos que comenzar a enfocarnos en la alegría, en la belleza, la inocencia, la apreciación, el amor y la gratitud presentes en cada momento. ¿No es hora ya de que tengamos un poco más de eso?

¿Cómo se expresa la alegría? Esto es lo más maravilloso de la alegría: no tiene un formato fijo. Su forma es una vibración de vacío. La alegría es como un manantial de montañas: sus burbujas efervescentes, surgiendo eternamente de sus profundidades. Su espontaneidad constante nutre y refresca, fluye y rellena.

La dicha no busca lo que está mal. No critica lo externo yendo tras un culpable para sus sentencias y predicamentos. Si lo hiciera, sus aguas pronto se estancarían, decolorándose y quedando sin vida. La dicha está abierta al amor y a ser ese amor. No tiene una idea preconcebida de cómo debe ser el amor y a quién se debe dar.

En lugar de esperar la plenitud externa – el placer, la siguiente novedad para consumir, o el nuevo juego – conviértete en esa dicha. Luego muévete al mundo para compartirlo con la humanidad.

La dicha vive en el momento presente, así que deja de vagar en el pasado y en el futuro – que ya han tenido bastante de su tiempo, ¿verdad? Es el momento de darle al aquí y al ahora, -al presente, donde la vida realmente está sucediendo- un poco de la atención que se merece.

Los adultos, los niños nos llevan ventaja en el área de la felicidad, ellos se acercan a todo como si fuera la primera vez, completamente libres de lo que haya sucedido anteriormente. Ven la magia y la maravilla en todas partes. ¿Te imaginas qué alivio sería el volver a ese estado?

Cuando yo era niña, sólo era. Yo no me estaba observando, ni medía las reacciones de los que me rodeaban, no estaba tratando de manipular, ni de seducir o controlar de ninguna manera. Ser ya era suficiente. No tenía ni idea de lo que significaba hacer el ridículo, o ser serio: si era feliz, me reía y si estaba triste, lloraba. No cuestionaba mis acciones. Sólo era. Yo era el estado de ser, siendo. Acarreando el bagaje acumulado durante la edad adulta, con las opiniones, temores y percepciones distorsionadas, hemos perdido la espontaneidad.

A medida que avanzas en tu vida diaria puedes continuamente limpiar la pizarra de tu mente y ver las cosas como las vería un niño, sin expectativas ni recriminaciones. Trata de ver a cada persona como nueva. Cuando la persona sin hogar viene a pedirte una moneda, dale una sonrisa en lugar de tu refutación habitual, tal vez eso era lo único que realmente quería.