La culpa es una de las corazas más grandes del intelecto. ¡Está tan arraigada en nuestra sociedad! Mi culpa… mi culpa… ¡Es increíble! Pero esa culpa es el ego. El miedo también es el ego. La gente piensa que el ego es cuando uno se ama a sí mismo, cuando sabe que es perfecto y poderoso y que merece el amor. Pero eso no es ego, eso es amor.
Índice de contenidos
Cuando pretendemos ser alguien que no somos
El ego nos mantiene pequeños, usa una gran cantidad de máscaras para tapar nuestros miedos, como cuando pretendemos ser “esto” o “aquello”, pero muy adentro está ese niño o esa niña que le teme al abandono, que busca amor, no sabiendo cómo calmar esa necesidad.
Ese es el ego. El ego es pequeño, es muy pequeño, y es extremadamente frágil. Y se defiende todo el tiempo porque defiende lo que no es real.
El ego busca defenderse
El ego necesita defensa porque no tiene fundamento. Es un caparazón, es una cáscara. No es nada en realidad, así que tiene que defenderse, porque sabe que si hay alguna presión y hay amor, se empieza a quebrar.
El amor no necesita defensa.
La culpa, la excusa más grande
Y la culpa es una de las excusas más grandes para mantener a la humanidad en su pequeñez. La gente dice:” Oh, no, no puedo hacer eso porque tengo que cuidar a éste y a aquel”, o “Oh, no, no puedo ocuparme de mí porque mis niños no cumplen los 40 años todavía”. He oído todas las excusas. “No puedo hacer esto, no puedo hacer lo otro”. Tenemos mil razones diferentes para no amarnos a nosotros mismos: “No puedo ir a un retiro porque mi suegra está enferma”, “No puedo amarme a mí misma porque estoy muy ocupada cuidando a todos los demás”, “Tengo que hacer eso primero, si no, no soy una buena persona (y si no lo hago me lleno de culpa, como si estuviera haciendo algo malo)”. ¿Te resuena?
Soltar la culpa
Y solo son excusas inventadas por el intelecto para abandonarnos a nosotros mismos, y constituyen una de las cosas más difíciles de soltar. Porque la ilusión te lo espeja todo el tiempo. Por eso vas a escuchar a la gente diciéndote: “Si te importara, harías tal cosa por mí”, “Si me amaras, harías esto otro por mi”. Solo te están reflejando dónde tú no te estás amando a ti mismo.
El amor verdadero conoce su propia grandeza y permite que todos los demás se den cuenta de la suya.
El verdadero amor
El amor verdadero sabe que nadie será abandonado nunca, que todos van a crear exactamente lo que necesiten en cada momento. Desde un pequeño bebé hasta un adulto, todos están cien por ciento sanos y salvos porque todos son la Unidad creando desde el amor. Y para saber eso, para poder experimentar compasión, tienes que amarte incondicionalmente, tienes que conocer tu propia grandeza. Y cuando conoces tu propia grandeza, no hay culpa, porque sabes que todo se está creando perfectamente.
Despierta a tu propia grandeza
Así que ése es el trabajo del ego: mantenerte pequeño, impedir tu autorrealización, mantenerte atrapado en tu programa limitante. Y a la vez mantiene a toda tu ilusión ahí también. Pero cuando sales y despiertas, tu ilusión, el afuera, comienza a despertar y todos comienzan a experimentar su propia grandeza.
De modo que la verdadera compasión significa:
sánate a ti mismo.
Eso es compasión.
Y entonces
le puedes mostrar a todos los demás,
su grandeza.