Aprendemos a través de nuestras experiencias, y a medida que vamos evolucionando éstas se van multiplicando, hasta que llegamos a un punto en el que ya no somos más un producto de ellas, pues hemos decidido que es suficiente, que no queremos seguir sufriendo, que no queremos más dramas.

Y es entonces cuando realmente comenzamos a cambiar: un ser querido muere, cambiamos; perdemos algún bien, nuestra seguridad externa, cambiamos; nuestra salud física nos afecta, cambiamos; un quiebre matrimonial, cambiamos.

Cuando cambiamos y crecemos, empujamos los límites y creamos fricción. Y donde sea que hay un no, esos lugares donde estamos cerrados, nos damos cuenta que podemos poner un sí. Y luego, finalmente, llegamos al punto en el que vivimos en conciencia permanente, y nos damos cuenta que el miedo es sólo una ilusión.

Cada desafío en la vida causa fricción, y la fricción crea cambios. No podemos permanecer siendo los mismos. Cuando las cosas nos afectan tenemos que confrontar nuestros miedos, y al confrontarlos podemos encontrar más grandeza. Maduramos, como un niño que, cuando toca algo caliente, sabe que no debe volverlo a tocar.

De modo que los desafíos nos permiten conocernos y nos hacen fuertes. Nos permiten experimentar nuestras emociones, nuestra experiencia humana, todo lo ilusorio, pues para poder conocer el amor, conozco el miedo, para poder conocer la luz, conozco la oscuridad. Siempre está la dualidad, siempre. Para conocer el éxito, conozco el fracaso. Hasta que nos convertimos en la conciencia. Y luego nos damos cuenta que aquello que estamos siendo es lo único importante. Maduramos. Tomamos responsabilidad.

Y a veces, cuando vamos hacia adentro, disfrutamos mucho del silencio y no queremos socializar tanto. Empezamos a vivir en dicha, que es nuestra esencia y que no tiene nada que ver con la personalidad. Tú eres aquello que emerge desde adentro y tal vez no tengas mucho para decir. Las personas inseguras están siempre en lo externo, siendo el centro de la fiesta, llamando la atención. Cuando te amas, tienes el poder de escuchar, de estar presente, de simplemente ser, dichosamente.

¿Cómo era yo antes? Estaban todos mis amigos y toda mi atención estaba en lo externo, porque lo que las personas pensaran de mí era lo único importante para mí! Y no quería estar sola. Pero yo cambié, maduré.

Cambias, maduras, y comienzas a disfrutar de ti mismo, del silencio. Y eso es bueno, no tiene nada que ver con tu personalidad. Puedes ser alegre, gracioso, pero vas a ser más introspectivo.

Cuando estamos anclados en nuestra conciencia nos estamos dando amor. Cuando te obsesionas con lo que está mal contigo, te estás evitando a ti mismo, eres violento contigo, y tienes que ir más profundo. Cuando vives en la ilusión, en realidad no importa cuán perfecto seas, siempre va a haber algo que esté mal, siempre. Pero cuando vives en la conciencia, empiezas a apreciar aquello que tienes y aquello que eres.

Enfócate en la conciencia. Siempre lo más importante es tu conciencia, siempre es lo más importante. Y esos son los cimientos sobre los cuales construyes todo.

Artículo original tomado de:La estrella de valparaíso