Aprendemos a luchar, pelear contra lo que sucede y si nos planteamos entregarnos a la situación como es, nos equivaldría a una pérdida, a un acto de pasividad. Pero la rendición o entrega no es pasividad, es una elección interna. Puedes rendirte mientras te empeñas en realizar cambios positivos: en lo externo trabajas para mejorar las condiciones, mientras que internamente te rindes ante la perfección de lo que es.
De manera similar, para nosotros, la libertad equivale a gozar de ciertas condiciones externas: debemos vivir en un país en el que se nos permita la libertad de expresión, en una sociedad en la que podamos hacer lo que queramos, tener ciertas condiciones económicas que nos permitan lograr la “libertad financiera”. ¿No somos, entonces, esclavos de nuestros propios mundos, dependiendo de que las cosas sean tal como “deben” ser para sentirnos libres?
En realidad, ¿qué tanto usas tu libertad de expresión? ¿O tu libertad para hacer lo que quieres? ¿No te impones incontables condiciones invisibles que limitan tu conducta y tu expresión? ¿No vive en tu interior un dictador, de modo que incluso en el “mundo libre” eres un prisionero?
¿Y acaso no somos todos prisioneros de nuestros deseos? ¿Acaso no nos mantienen descontentos nuestros deseos insatisfechos, atrapándonos en una perpetua discordia con lo que es? ¿No será que nuestras expectativas de perfección hacen que la realidad —la realidad tangible y vibrante en la que tenemos el privilegio de vivir— parezca aburrida, desilusionante, monótona?
Pero aunque vivimos en la esclavitud, atrapados en nuestras jaulas de anhelos y arrepentimientos, nos aterra la idea de rendirnos. Rendirse nos parece equivalente a “darnos por vencidos”, a ser derrotados, a perder. Sin embargo, la rendición es la joya de la corona de la auto-realización, es la magia más poderosa del sabio. Rendirnos de verdad significa abrazar lo que es —la totalidad de la creación— e invitarla a entrar en nosotros. Esa es la llave de una vida entera de plenitud. La rendición abre paso a la presencia divina. Cuando soltamos la necesidad de controlar, nos abrimos a la dicha, a regocijarnos en la perfección del ser.
Algunos, al contemplar la posibilidad de rendirse al ahora, lo ven como pasividad. “¡Si dejas las cosas como están, no cambiarán! ¡Si no nos esforzamos constantemente por mejorar, nunca alcanzaremos nuestro potencial completo!”. Pero lo anterior es un craso error de interpretación, tanto de la naturaleza de la rendición como del momento presente. Los individuos que viven totalmente en el presente no son pasivos ni están desconectados de la vida, al contrario, ¡son los únicos que en realidad están viviendo!
El asumir que al vivir en el presente no se puede planificar el futuro, denota una percepción muy superficial de lo que significa estar en el presente. Por supuesto que debes planificar tu día, tu carrera, tu vida; lo que estoy planteando es aprender a abrazar lo que es desde el fondo de ti mismo, cultivando una conexión mucho más profunda con la realidad.
Esta es la simple verdad que nos revela el amor-conciencia: este momento, justo aquí, ahora, contiene todo lo que siempre hemos anhelado. Era el anhelo mismo lo que nos impedía ver esta verdad. Es a través del centrarnos en el momento presente, profundizando nuestro estar alerta, enfocados y entregados a lo que es, que aprendemos, y finalmente, alcanzamos la plenitud.
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