A medida que recorres el camino en tu despertar, no confundas la entrega ni la rendición con la pasividad. No pienses que en este momento abrazar lo que viene significa sentarse a esperar que todo te caiga del cielo. La vida no funciona así. Tienes que poner las cosas en movimiento. Simplemente dar vueltas y esperar que algo suceda genera inercia y estancamiento. Muchas personas se quedan en ese espacio de pasividad. Entonces, cuando nada sucede, se sienten como víctimas porque sus expectativas no se cumplieron.

Rendición y pasividad son mundos diferentes. La rendición o entrega es la acción de confiar en la fuerza creativa del universo. Abarca el momento con alegría, regocijándote en su plenitud. La entrega es activa y vibrante, atractiva y confiable. La pasividad es complacencia, desilusión, resentimiento e insatisfacción. La entrega viene del amor y la confianza, mientras que la pasividad se deriva de la amargura y la decepción. No suelta y fluye con lo que viene: la resignación.

Elizabeth, mi bulldog, es un maravilloso ejemplo de entrega a la vida. La primera vez que la vi en una tienda de mascotas en Chile me robó el corazón. Ella era una cachorra desnutrida, con retraso en su crecimiento físico y cubierta de verrugas. La pobre había estado encerrada en una jaula de la tienda durante cuatro meses, nadie la iba a comprar porque era muy pequeña para su edad. Me sorprendí al escuchar que había estado viviendo así durante tanto tiempo, y aunque yo no había planeado tener otro perro (¡ya tenía siete!) era imposible para mí resistirme a llevarla.

Elizabeth abraza su realidad por completo como lo hacen todos los perros. No se sientan ahí preguntándose si su vida podría ser diferente, tienen una habilidad innata para disfrutar de la vida con exuberancia y sin cuestionar. Este es un don que los humanos podrían aprender de ellos. La pasividad en la que nos revolcamos nubla nuestros días, inhibe nuestra capacidad para, de verdad, disfrutar de lo que está frente a nosotros. Como resultado, nuestra capacidad de encontrar la verdadera felicidad ha disminuido en gran medida.

Nuestra incapacidad para abrazar la belleza de nuestra realidad actual, en combinación con nuestra renuencia a adoptar medidas para cambiar aquellas cosas que no están funcionando, nos mantiene en descontento. ¡Pero no para Elizabeth!

Ella abraza todo con aceptación amorosa y creo que esta rendición es lo que la trajo a mi vida. Porque ella se rindió a la realidad de su situación en aquella tienda de mascotas, y ahora experimenta el otro extremo: vive en un regazo de lujo, adorada y mimada a su antojo. Es el perro más amoroso y cariñoso que he tenido, ella es muy feliz quedándose dormida sobre mí, cubriéndome con sus chachetes babosos.

Recibimos de la vida lo que le damos. Si nos enfrentamos a situaciones desagradables con el resentimiento impotente y falta de acción, esas circunstancias sólo empeorarán. Sin embargo, si podemos aprender a aceptar las dificultades con entrega y confianza –la confianza de que todo nos está llevando hacia más libertad de la que podamos concebir–, mientras damos los pasos para mejorar nuestra situación, tal vez, sólo tal vez, podamos transformar nuestro sufrimiento en una oportunidad de crecimiento.
Haz lo que tiene que hacerse. No ignores tu realidad. Luego, cuando hayas hecho todo lo posible, suéltate y confía en el universo: él sabe muy bien lo que está haciendo.