Es muy importante abrazar completamente nuestra experiencia humana y ser conscientes de nosotros mismos. Suprimimos nuestras emociones con tanta fuerza que nos desconectamos totalmente, de modo que toda la tristeza, toda la rabia, son reprimidas dentro de nuestros cuerpos, dentro de nuestro sistema nervioso, y eso se pudre y se transforma en enfermedad. Nos lleva a vivir en nuestras cabezas, corriendo de un lado para el otro, buscando distracciones y no estando nunca presentes con nosotros mismos.
Persiguiendo al tiempo
Les voy a dar un ejemplo: suelo dar Seminarios de mi Sistema en Santiago de Chile, y los primeros años me iba todos los días a correr a la orilla del Canal San Carlos. Siempre me fascinaba con dos de los trabajadores que arreglaban los jardines que lo bordean. La diferencia entre estas dos personas era tan fuerte, era una imagen perfecta de la dualidad.
Una era una mujer mayor, una expresión pura de gracia. Tenía un rostro y una postura aristocráticos. En realidad, la primera pregunta que se me venía a la mente era: “¿Por qué está trabajando aquí? ¡Parece tan fuera de lugar!” Pero pronto me di cuenta de que ella pertenecía a todas partes. Tenía una serenidad, una paz interna que irradiaba como la luz del sol a través de los jardines. ¡Era tan amorosa con su trabajo! Era como si acariciara las hojas a medida que las barría del sendero.
Cuando pasaba cerca de ella, ella era como una brisa, me sonreía, pero nunca se dejaba distraer de su momento ni de su tarea. A menudo pensé que me hubiese encantado invitarla a mi Seminario, pero luego pensaba: “Tal vez estoy tratando de darle algo que ella ya tiene”. A lo mejor ya encontró lo que andaba buscando.
Como contraste extremo, el otro jardinero era un hombre mayor también, a quien el dolor lo había marcado hasta tal punto que le era imposible estar presente consigo mismo en ningún momento. Apresuradamente iba a lo largo del sendero con su bolsa de hojas en la mano, recogiéndolas nerviosamente, y cuando me veía, frenéticamente me hacía la misma pregunta cada día. Me miraba con desesperación, como si un ángel hubiera caído del cielo con todas las respuestas y me decía: “¡¡¡Señora, señora!!! ¡¿Que hora es?!”.
Yo siempre le respondía, pero él nunca me escuchaba. El no quería la respuesta, solo quería, con su pregunta, estar en cualquier otro lugar, menos consigo mismo. Quería perseguir el tiempo, perseguir las respuestas, evitando ser, hasta tal punto que se había vuelto loco.
Si no podemos estar con nosotros mismos en cada momento y encontrar el amor y la plenitud, nosotros también estamos locos.
Si nos rendimos a todo, no hay sufrimiento
El intelecto te seguirá diciendo: “Hay algo mal, hay algo equivocado, algo cambió, tengo que controlar algo”. Pero si te rindes absolutamente al momento presente, todo se va, incluyendo el dolor. Incluso el dolor físico se va, si te rindes completamente al momento. El amor es mas grande. Y eso viene de la expansión de la conciencia.
La mente, el intelecto, nos mantiene en dualidad
Nos mantiene fuera de la experiencia del amor. Está continuamente comparando, juzgando. Y continuamente está tratando de intelectualizar y entender todo. La mente está creada para mantenernos en dualidad, para que así podamos tener esta experiencia de limitaciones – esta experiencia de separación, de emoción, de todo lo que es humano – y perdamos de vista nuestra grandeza.
Viendo a través de la Matrix de la mente
Pero a medida que nuestra conciencia comienza a expandirse, empieza a ver a través de los trucos de la ilusión. Ve a través de la Matrix de la mente – los dramas, los enganches, las necesidades, la separación – y nos trae de vuelta a la seguridad.
Nos trae de vuelta a casa,
a nuestros propios corazones.