La pérdida de la inocencia es una de las mayores tragedias de la humanidad. La incapacidad de ver las cosas como nuevas, la incapacidad de abrazar la magia del momento – como consecuencia de que nuestras percepciones se han teñido tanto con el sufrimiento de nuestras experiencias pasadas – consume toda la alegría de nuestra vida diaria.

Expandiendo la conciencia

Lo más hermoso de la expansión de la conciencia, ciertamente lo más mágico para mí, es que me permitió volver a mis costumbres infantiles, a encontrar la magia en cada momento, a abrazar la belleza y a percibir las cosas frescas y nuevas, como si nunca antes las hubiera experimentado.

Viendo la belleza

Cuando vivimos en el presente somos inocentes, porque no estamos comparando. Es imposible ver la belleza de algo si continuamente lo estamos comparando con otra cosa. Y el hecho es que comparamos todo el tiempo, porque la mente siempre está buscando algo mejor en el futuro o lamentando la pérdida de algo en el pasado.

Abrazando la magia

Cuando eres inocente y estás enfocado en la apreciación y en la dicha, lo primero que ven tus ojos es la maravilla de la perfección.  Abrazas la magia, ves la belleza en todo, y a medida que expandimos nuestra conciencia esto ocurre en forma natural. La percepción cambia completamente.

Los niños, en su inocencia, no se aferran a nada

Si observas a un niño junto a un árbol de Navidad, lo verás feliz abriendo sus regalos, y tan pronto ha recibido uno, alegremente lo deja a un lado para ir en busca del siguiente. Cuando construyen castillos de arena y el mar los destruye, ellos con entusiasmo comienzan su nueva creación.

Cuando eres inocente el Universo es así. Cuando no te aferras y simplemente abres los brazos permitiendo que todos los regalos lleguen, te verás abrumado por la magnitud de lo que vas a recibir.

Y así es mi vida: ya no tengo ninguna caja. Tengo una habitación sin paredes y un corazón inocente que está abierto a recibir la abundancia del Universo.  Y el tesoro más grande que he recibido es el haberme librado del miedo, y la inocencia de percibir la perfección en todo.

Ser reales, soltar las máscaras

Es tan importante que los humanos se permitan ser reales, que suelten todas las máscaras y que vuelvan a la inocencia de los niños. Cuando sentimos nuestras

emociones y nuestro sistema está limpio, nos permite abrazar la dicha, nos permite vivir en el amor que nunca se va.

Ser inocente es estar abierto a ver cada momento como nuevo, es no tener una idea preconcebida de qué es lo que va a suceder, cómo algo debiera ser o cuál tendría que ser el resultado. Ser inocente es abrazar cada momento como si fuera mágico, en lugar de verlo desde una percepción trillada de lo que sucedió anteriormente.

Ser inocente es entregarse cien por ciento al momento presente, es amar sin máscaras, es soltar nuestra imagen y nuestras falsedades y ser como niños, que no se aferran, que no juzgan, que solo son, en la dicha del momento presente.