Tenemos que vaciar todas esas ideas y creencias que hemos adquirido durante nuestra vida para poder confiar en nuestro corazón. Y lo hermoso del corazón es que se siente tan pleno, que siempre da, pero da desde la abundancia, no desde una idea, como por ejemplo: “Yo soy una buena persona,  entonces voy a dar, si soy una buena persona voy a hacer como me dicen, si soy una buena persona, no importa que me abandone a mí misma  y que luego me resienta, voy a dar igual”.

Confiando en uno mismo.

¿Es una buena idea? No. Entonces tenemos que cultivar la conciencia, el amor dentro de nosotros, y una vez que hacemos eso, tendremos una visión clara de lo que es el amor y lo que es la transigencia.  Pero no será algo en lo que tendremos que pensar, será natural.

Fluyendo

La conciencia puede fluir con lo que sea, la conciencia naturalmente da, no tiene nada de egoísta, y hay claridad ahí. Cuando no es desde la conciencia va en muchas direcciones y muy a menudo terminamos resentidos: “Hice lo que me dijeron, lo hice todo correcto en la vida, me dijeron que hiciera esto y aquello y lo hice, pero sigo sintiéndome infeliz. La vida se suponía que me tenia que dar algo más:  fui al colegio, me gradué, estudié lo que mis padres querían, me casé, tuve hijos, la vida tendría que haberme dado más, porque yo seguí todas las reglas.”

¿Siguiendo reglas o a tu corazón?

Pero ¿por qué seguiste todas las reglas? Porque querías recibir aprobación, porque tenías miedo de perder el amor, porque en realidad no sabías lo que querías, así que simplemente hiciste eso. Y luego llegas a un punto en tu vida en el que ya te habías esforzado tanto, habías intentado tanto, y el marido te deja por la secretaria, los hijos ni te hablan, ¿entiendes? Y siempre termina siendo la misma historia. Y después, claro, te enojas con Dios: ¡Si yo hice lo que se suponía que tenía que hacer!

Pero ¿por qué tenías que hacer eso? Porque “creías” que era eso lo que tenias que hacer. Porque en realidad no tenías idea de quién eras, solo estabas actuando un rol, con una máscara, o una multitud de máscaras.

Ahora es el momento de tu felicidad

Y siempre creemos que la felicidad está en el futuro,  creemos que es algo que vamos a obtener, y es una ilusión  tan grande, porque ese deseo es eterno, ese anhelo constante por algo. Y uno llega hasta este punto y luego se da cuenta que eso nunca tiene fin. Quiero más, quiero más, quiero más, quiero más. Siempre esa exigencia y esa disconformidad.

Tenemos que transformarnos en la felicidad, tenemos que llevar la felicidad, la dicha,  a cada momento, y tienes que ver este anhelo, este buscar algo que no tienes. Más no lo tienes, más lo quieres. Quieres quieres quieres, y luego cuando lo tienes, ¿cuánto te dura la felicidad? No mucho ¿verdad?  Es como agua que corre entre tus dedos, porque no es real. Y luego tiras eso, y comienzas a buscar algo más, y algo más.

Ya eres eso que estás buscando

La libertad viene de la ausencia del deseo. Tú puedes crear, pero si siempre andas buscando la felicidad, te vas a desilusionar siempre. Puedes crear con dicha, fluir para poder dar, pero siempre estás en la búsqueda de algo, algo que jamás vas a encontrar, porque eso, está adentro.

Y una vez que vas adentro y expandes tu conciencia,  vas a encontrar a tu ser verdadero y todo va a venir de esa esencia, de ese ser verdadero, y va a ser ilimitado, será la perfección, en lo que sea que suceda,

y vas a ser libre,
libre para confiar en tu propio corazón.
Y encontrarás tu propia respuesta.