La rendición, o la entrega, es la clave de un existir alegre, ya que significa no oponer resistencia y liberarnos del estrés que nos provoca el tratar de controlar. Soltar todo en un santiamén es lo más difícil que un ser humano puede hacer, porque pensamos que si tenemos el control, estamos a salvo.
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Soltar el control para fluir
Pero cuando controlamos, interrumpimos el flujo; impedimos que la grandeza llegue a nosotros y nos cerramos a recibirla. En cambio, cuando comenzamos a concentrarnos en nuestro interior y a dar amor, a apreciar, a agradecer, empezamos a ver realmente todo lo que ya tenemos.
Creando una experiencia de paz y amor
A través de dar alabanza y gratitud, podemos crear una experiencia de paz y amor interior —un amor incondicional que surge de la unión con nuestra esencia–. Conforme se fortalece, la energía extrema del amor incondicional nos da seguridad interna, una seguridad que conlleva un profundo sentimiento de confianza.
Conectando con nuestra verdadera esencia
Cuando finalmente soltamos la necesidad de controlar y nos entregamos por completo a la realidad de nuestro momento presente, comenzamos a ver lo que ya no sirve; vemos nuestras resistencias, caminamos a través de nuestros miedos y comenzamos a hablar nuestra verdad… mientras tanto, el amor se fortalece en nuestro interior, convirtiéndose en una fuerza indetenible, pues es nuestra verdadera esencia. Regresamos a nosotros mismos; empezamos a amarnos.
Rendirse al momento presente
Un claro ejemplo del poder de la rendición tuvo lugar cuando aprendí a bucear. Durante una de las lecciones iniciales, nos pidieron bajar a cierta profundidad para luego volver a la superficie muy lentamente, evitando así el síndrome de descompresión o embolia gaseosa, un mal peligroso y doloroso causado por el cambio repentino de presión.
Buceábamos en la Gran Barrera de Coral, entre corales espectaculares y peces tropicales de colores encendidos. Al bucear más hondo en este nuevo mundo misterioso, de repente se me ocurrió que si fallara mi tanque de oxígeno no podría volver a la superficie sin daño. Pensé que, incluso si lograra aguantar la respiración el tiempo necesario para llegar a la superficie, el cambio de presión me haría un daño terrible. Comencé a entrar en pánico al imaginar todas las cosas que podrían salir mal. Convencida de que había bajado demasiado, sentí que mi pecho se contraía por el miedo.
Luego, con mi siguiente respiración, me rendí. Me rendí a este misterioso y silencioso mundo y, al hacerlo, me volví totalmente presente. Escuché los latidos de mi corazón y observé las luces distantes jugando en la superficie. De pronto, mis ojos se abrieron al mundo que me rodeaba. ¡Nunca había visto una belleza natural tan increíble como la que se me presentaba en ese momento de absoluta vulnerabilidad y entrega!
La confianza va de la mano de la rendición
Empezamos a sentir una fuerza que nos da valor para dejar ir aquello que ya no nos sirve, para renunciar al apego, entregar la necesidad de controlar y soltar el miedo.
Al experimentar esta unión interna,
nuestra fe crece drásticamente,
hasta el punto en que soltamos
y simplemente,
confiamos.
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