Imagínate por un momento que eres una manzana con una preciosa cáscara brillante. Pules la cáscara cada día y parece hermosa a la vista de todo el mundo. Esa manzana es como nuestras personalidades, que están llenas de máscaras, llenas de conceptos ideales de cómo tendríamos que comportarnos y qué tendríamos que hacer.

Ser buenas personas, ¿cómo es eso?

Estos conceptos ideales nos dicen que deberíamos ser gente buena, que no deberíamos enojarnos, que deberíamos ser exitosos, que deberíamos ser padres amorosos. Nos proveen de un billón de presunciones acerca de cómo tendríamos que ser.

Mirar afuera o mirar adentro

Y caminamos durante toda nuestra vida “pretendiendo” ser eso. Continuamos puliendo afuera, pero por dentro, en el centro, en la esencia de quienes somos, hay un gusano muy grande. Y ese gusano ha sido creado por la rabia, la depresión, el autoabandono, la pérdida del espíritu y la pérdida de la verdad de quienes somos.

Para que la parte exterior de la manzana sea realmente brillante – realmente perfecta, realmente luminosa – tenemos que ir adentro y remover lo que no es real. Ese gusano grande y feo ha estado nadando alrededor de nuestra conciencia, bloqueando la luz de amor incondicional en nuestras raíces, justo ahí, en nuestro centro.

Ser conscientes de nuestro ser

Cuando comienzas a enfocarte en tu conciencia, comienzas a ir hacia adentro y el gusano empieza a desintegrarse. La conciencia lo va sacando pedazo a pedazo. Y a medida que los pedazos van saliendo, comenzamos a ver las mentiras, las máscaras, la falta de verdad. Comenzamos a escuchar las voces que nos mantienen en limitación. En realidad, comenzamos a ser conscientes de nosotros mismos, y al mismo tiempo nos hacemos conscientes de lo que no somos.

Encontrarnos con el amor adentro

La esencia, el centro de lo que somos es la Unidad, que es ilimitada, el amor que nunca cambia. Y lo que no somos también se vuelve muy claro. Entonces nos permitimos ser eso y ver a través de ello. Nos permitimos ser esos pedazos del gusano que están atrapados dentro de esta hermosa manzana, y los expulsamos.  Expulsamos cada pedazo que no sirve.

La verdad de quienes realmente somos

Y luego el centro, el amor, que se había hecho diminuto, nuevamente comienza a brillar. Y el interior de la manzana se limpia y todo se completa. Entonces la superficie adquiere una nueva brillantez, más luminosa – que es la verdad, que es lo natural – porque ha abrazado cada aspecto de sí misma.  Ha abrazado cada una de las partes que no quería ver.

Es la Unidad de la unión.

Siempre digo que, para poder ser divino, uno tiene que estar dispuesto a ser cien por ciento humano. Tenemos que estar dispuestos a abrazar cada aspecto que juzgamos de nosotros mismos.

Necesitamos abrazar la codicia.

Necesitamos abrazar el miedo.

Necesitamos abrazar los celos.

Necesitamos abrazar la ira.

Necesitamos abrazar el egoísmo.

Necesitamos abrazar cada una de las partes que hemos estado escondiendo bajo la falsa brillantez de la cáscara de la manzana, y así poder llegar a ser absolutamente completos.

Una persona con conciencia no es una “buena persona.”

Una persona con conciencia no es una persona que da y da “para recibir aprobación”.

Una persona con conciencia no es una persona que abandona su grandeza para poder “encajar”.

Una persona con conciencia no es una persona arrogante o “dueña de si misma”, o que enmascara de esta manera u otra una multitud de cosas que percibimos como pecados.

Una persona con conciencia es solo un niño inocente que vive en cada momento un cien por ciento, dándole amor a su Ser y a todos los demás.

Este es el yo de la unión, de la Unidad.

El yo de la personalidad, el ego, es apenas ese gusano gordo que ha estado merodeando por ahí, comiéndose el interior de la manzana e impidiendo que la luz emane desde el centro.

Es muy importante
que también amemos a ese gusano,
porque incluso él
es la Unidad.